Lo fácil es no dejarse acomplejar. Se instalan de tal manera que cualquier atisbo de duda es disipado por las fuertes olas verdes que rompen en tu cara y te dejan sin aire, te asfixian. Piensas en la redundancia y en la abundancia; lo ajeno es útil y por ello ajeno. Malversas fondos, infectas heridas, abres cicatrices. Es todo tan simple y tan pueril que se convierte en obsceno. No hay magia, ni encanto, sólo ese olor a papel seco, pero que estuvo mojado. Rojas manchas, sangrientas batallas en su nombre, poderoso caballero. Asco, risa, poder y ambición. Dientes de oro, sonrisa maquiavélica. Pocos sinónimos, muchos antónimos; o conmigo o contra mí; así funcionan las cosas aquí, no valen medias tintas pero sí medias verdades. Las que usaste para usurpar; de nombre usurero y de apellido cabrón. Hijo de puta despreciable que destila odio a puñados de mil. Antología del materialismo, oda al poder. Pisar a los muertos de hambre y orinar sobre los muertos de sed, así funciona esto, otra vez. Y la palma de la asquerosa mano de trapo que no conoce amo siempre abierta, recogiendo dividendos, podrida de pasta, dura como una roca de contar monedas. Hijo de puta de nombre y apellidos, maldito avaro, destroza ilusiones... malvado, embaucador, hechicero y mentiroso ¿Sabes lo que mereces? Mereces un hachazo en la cabeza.
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