12 de febrero de 2007



Lo fácil es no dejarse acomplejar. Se instalan de tal manera que cualquier atisbo de duda es disipado por las fuertes olas verdes que rompen en tu cara y te dejan sin aire, te asfixian. Piensas en la redundancia y en la abundancia; lo ajeno es útil y por ello ajeno. Malversas fondos, infectas heridas, abres cicatrices. Es todo tan simple y tan pueril que se convierte en obsceno. No hay magia, ni encanto, sólo ese olor a papel seco, pero que estuvo mojado. Rojas manchas, sangrientas batallas en su nombre, poderoso caballero. Asco, risa, poder y ambición. Dientes de oro, sonrisa maquiavélica. Pocos sinónimos, muchos antónimos; o conmigo o contra mí; así funcionan las cosas aquí, no valen medias tintas pero sí medias verdades. Las que usaste para usurpar; de nombre usurero y de apellido cabrón. Hijo de puta despreciable que destila odio a puñados de mil. Antología del materialismo, oda al poder. Pisar a los muertos de hambre y orinar sobre los muertos de sed, así funciona esto, otra vez. Y la palma de la asquerosa mano de trapo que no conoce amo siempre abierta, recogiendo dividendos, podrida de pasta, dura como una roca de contar monedas. Hijo de puta de nombre y apellidos, maldito avaro, destroza ilusiones... malvado, embaucador, hechicero y mentiroso ¿Sabes lo que mereces? Mereces un hachazo en la cabeza.

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