El hastío domina mi vida, domina mi mente.
Hasta ese preciso momento en que cayó, me encontraba flotando en una especie de densa bruma en que mis sentidos aletargados actuaban a medio gas. Me movía por pura inercia, no era dueño de mis actos, algo o alguien me guiaba. Pero el despertar repentino llegó con el choque de su grácil cráneo contra el bordillo mojado. Entonces, me di cuenta de que estaba lloviendo.
Levanté mis ojos cerrados al cielo implorando un vestigio de esperanza para mi alma, pero lo único que encontré es el consuelo de no haber sido yo el caído. Con la lluvia cayendo sobre mi cara, tuve la sensación del ganador, pero aún así, esa sensación no permitía que mi cuerpo y mi alma encontraran la conjunción necesaria para salir de allí como si no hubiera pasado nada. Algo me decía que lo que acababa de hacer no estaba bien, aunque fuera totalmente justificable para la causa a la que yo servía.
Soy un asesino.
Eso lo se desde la primera vez que lo hice. Pero el hecho de saberlo ni de lejos amortigua la sensación de que hay cosas que no deberían ser como son. En el preciso momento en que el cuerpo de mi adversario cayó, sentí romperse el débil cristalino que me separaba de la cruda realidad de la que me había separado durante unos instantes, fatídicos segundos para una persona que ahora mismo yacía con un ensangrentado brazo rodeándome el tobillo. Me detuve un momento para mirar si llevaba anillo de casado, me molestaría el saber que había roto una familia, aunque ya no tuviera remedio. Imaginé por unos instantes el cómo sería el tener una familia, alguien a quien querer y que te quiera más que a nada en el mundo, alguien que te espera después de una jornada de trabajo, alguien a quien proteger de gente como yo., pero el momento pasó en medio segundo. Ciertos avatares de la vida no son para según quien.
El caído no llevaba anillo, pero no me quitó el mal sabor de boca el pensar que a lo mejor no estaba casado, pero seguro que tenía padres, amigos, a lo mejor novia.... no se, cualquier cosa, pero seguro que alguien le esperaba a él. Traté de desechar de mi cabeza esos pensamientos, concentrándome en la lluvia que acaricia mi rostro. Mi espada en la mano derecha se iba limpiando poco a poco de la sangre que se había pegado a su hoja. No se por qué razón tuve la sensación de que comenzaba a pesar mucho, así que la solté. El sonido de la espada cayendo en la acera produjo un sonido chirriante que me heló la sangre por un momento, pero duró poco.
Aparté con la punta del pie el brazo que me rodeaba, miré a mi adversario por última vez y salí de allí andando, pensando en mis cosas....
A veces, el ser un P5 se acaba pagando.
Raistlin
Ministro de la Cancillería
1 comentario:
El romanticismo de ser asesino, la lluvia lavando el hastío (un cáncer del ánimo).
Y no sacar alegría alguna de la muerte del adversario.
Frialdad.
Es denso y épico.
Mi admiración, Raistlin.
Buen sexo.
Iconoclasta
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