La voz de su amo

26 de junio de 2007


¿Oyes mi voz? Sí, la oyes. Te estoy hablando, presta atencion.

-.-.-

En esta habitación no hay nadie y todo es blanco. Llevo puesta una camisa de fuerza y no estoy loco. Sé que ha habido una confusión, aunque no recuerdo exactamente que pasó. Si no tomo drogas no puede haberme pasado a mi, eso es para otros, yo los he visto. Hay una ventanilla de cristal reforzado en esta puerta acolchada de nubes de algodón; querrán proteger mi integridad, pero me están haciendo un daño que ni se imaginan. Y mi dolor es físico también, siento punzadas en los brazos y en las piernas y un escozor hiriente y corrosivo corriendo por mis venas. Me gustaría desatarme y observarme desnudo, pero es imposible, estoy atado y bien atado.

Otra vez la humareda, preludio del sueño narcótico. De esas rejillas no sale nada bueno.

¡HIJOS DE PUTA, SACADME DE AQUÍ!

¡HIJOS DE PUTA, SACADME DE AQUÍ!

¡HIJOS DE PUTA, SACADME DE AQUÍ!

Lo digo siempre tres veces antes de caer rendido al catre. Ellos sí me drogan, así cualquiera.

Luego me atan a la cama y me despiertan.

Hola hijos de puta
Y luego dice que no está loco
Tú calla hijo de puta, no estoy loco, me lo hago
Te vamos a llevar de paseo
Llévate a tu puta madre

Otra vez, el sueño.

-.-.-

Un médico con cara de cerdo me mira fijamente. Estoy tumbado en una camilla, atado como no; me están sacando sangre a cantidades ingentes, siento como me mareo y pierdo la consciencia. Pero luego me dan un bocadillo y se me pasa. Quiero explicaciones, busco soluciones a esta situación que ni entiendo ni recuerdo haber provocado. Desconozco cuánto tiempo llevo así, creo que demasiado. Esto no es vida, no me puede estar pasando a mi pero veo como ocurre, si pudiera pellizcarme lo haría. A veces me vienen pinceladas como flashes del mundo exterior, de mi vida anterior. Lo último que recuerdo es haber estado en la consulta de un médico normal, no como este cerdo. Pero no puedo reproducir exacamente lo que me dijo. Sé que tenía miedo, muchísimo miedo. Creía tener una enfermedad terminal y el doctor se disponía a darme el diagnóstico después de haber efectuado cientos de pruebas de todo tipo. El corazón me latía intermitentemente, un sudor frío recorría mi frente; eso lo estoy viviendo ahora también.

-¿Qué tengo, doctor?
El médico se mesa la barba con la mano derecha mientras sostiene con la izquierda el informe de mi supuesta sentencia de muerte.
-Le voy a ser muy sincero.
-Sí, por favor. Sudor, taquicardia, pesimismo.
-Tiene usted una alteración en la sangre. Su sangre....

Ya no recuerdo nada más. Ahora estoy aquí. El cerdo no me quita ojo.

-Venga, vamos a llenar otro tubito más y descansas.
-Pero qué cerdo hijo de puta que eres! Me estás desangrando como si fuera tu hermano el día de San Martín.
-Calla y colabora, no me lo pongas más difícil.

Colabora. Siempre el mismo verbo; ¿Cuál es la causa? ¿A qué intereses estoy sirviendo? Hay un complot, una confabulación contra mi persona, o será que realmente me estoy volviendo loco. Creo que pienso demasiadas cosas, pero en mi estado no puedo hacer otra cosa más que cavilar. Quiero caer rendido de cansancio y dormir de verdad, pero no me lo permiten. Me están matando, escúchame.

¿Qué dijo aquél doctor que no era un cerdo sobre una alteración en mi sangre? Ayúdame a recordarlo y me harás libre.


-.-.-

Pero tú no puedes, o no quieres. Eres uno más, un siervo puesto por no sé quien al servicio de no sé qué. Si te dicen que colabores, lo haces. Vas de legal pero eres como todos. Qué decepción, o desilusión, ya no sé describirlo. Te hablo telepáticamente y acudes al loquero a que te inyecten tranquilizantes por vía intravenosa porque piensan que oyes voces. Escúchame bien hijodeputa, oyes mi voz, no cualquier otra. Yo no ordeno, yo solicito y aún así te declaras esquizofrénico. Esta es la vida que tienes, aunque quisieras llevar otra, te ha tocado esta y así te sazonan para que la olvides o la acates. Ellos sí mandan y tú acudes servilmente a su llamada, pero rechazas mis súplicas sinceras llenas de dolor, de desespero.

Valium, prozac, tranquimazín y valeriana en el almuerzo. Eres una mierda, un cagado de miedo. Yo prefiero a los sufridos, a los de la docena de tercios en el bar de abajo o el litro de cazalla en el comedor de su casa. Morirán antes que tú, pero no engañan a nadie, ni a sí mismos. Tú y sus drogas, ni siquiera eliges. Tú y su diagnóstico, y te lo crees. Tú y yo, en esta noche cálida, en esta habitación blanca de paredes esponjosas. Hasta tus viejos te temen. Muere ahora o calla para siempre.
-.-.-

No habrá mañana siguiente, ni tú cerpo estrellado contra el suelo podría consolarme. No te induciré al suicidio porque para mi ya estás muerto. Me buscaré a otro con los cojones que a ti te faltan, que no le siga el juego a este simulacro de vida que te han diseñado.

Y podrás gritar enérgicamente que ya eres libre, aunque yo desde mi celda me cagaré en tus muertos cada minuto que enrede mi corazón en esta alambrada espumosa fabricada con las alas del ángel que parió tu puta madre.

Saludos.

EK, Mes XII, Año 32

1 comentario:

Iconoclasta dijo...

Duro, alienante, claustrofóbico. Perder el control de la mente es la peor pesadilla imaginable; que la usurpe otro es el sumum. Los médicos me ponen la piel de gallina, sé como son he caído en sus manos (un traumatólogo, no te me rías asintiendo, que te veo).
Genial, Kaiser.
Mis respetos y un abrazo.
Buen sexo.
Iconoclasta