Raimunda

18 de junio de 2007

Tengo una amiga nueva. Se llama Raimunda y es la mar de simpática. Nos hemos conocido hoy, en el Palacio de Linares. Yo estaba en los lavabos meando y ella me miraba ansiosa, aunque la verdad es que es una chica algo etérea para mi gusto y casi ni se me levantó. Pero a base de insistencia y concentración lo conseguí, y acabé topándome con el frío ladrillo, no sin antes cagarme en todos los muertos, cosa que mucha gracia no le ha hecho. Pero bueno, me ha perdonado, y es que Raimunda es muy buena.

Nos perdemos paseando por los pasillos, haciendo trastadas, tirando cosas, asustando a los incautos. Me cuenta que por las noches se siente muy sola, que ya hace mucho que dejó de ser niña y que a veces sueña cosas que son pecado. Pero bueno, Raimunda, no te preocupes, le digo; piensa que las cosas que sueñas son las más normales de la vida, y mientras la acaricio le susurro al oído que no pasa nada si moja el suelo. Por la mañana ya vendrá el personal de la limpieza. Dejaremos un vaso de fanta tirado al lado para tratar de engañar a la señora limpiadora. Verás que risa.

Desde que la conozco, veo el palacete de otra manera bien distinta. Me da la sensación de que juntos los pasillos se vuelven menos anticuados, más modernos. Aunque no cambia nada, caminando a su lado me siento como si viviera en él. Y me presenta a su hermanastro, que vive en un cuadro, y me dedica su tiempo infinito para tratar de ver la actualidad a través de mi alma, para averiguar qué es lo que ha pasado, si yo se porqué todavía están ahí, viviendo eternamente. No me cae muy simpático, el hermanastro, y me mira mal desde su casa colgada.

Pero Raimunda es de otro palo, le encanta jugar, y le encanta trastear. Y lo que más le gusta es encender luces por las noches y pasar corriendo delante de las ventanas. Se piensa que lo hace lo bastante rápido como para no ser vista, pero la verdad es que alguna vez que otra se le ha visto el plumero. Qué se le va a hacer, así es Raimunda. Mi amiga, mi compañera. Aunque en las psicofonías se cague en mi padre, yo la quiero igual.

Casper
Ministro de la Gloriosa Cancillería

1 comentario:

Iconoclasta dijo...

Raimunda da un poco de pena. Los fantasmas, los ectoplasmáticos, parecen no saber donde están. Se tienen que sentir solos.
Y el amigo de Raimunda, también come soledad cada día.
Un relato gótico muy bueno.
Saludos.
Buen sexo, Kaiser.
Iconoclasta