La playa

13 de julio de 2007




No se que tiene el verano y la caló, que enseguida la gente comienza a quitarse la ropa. No es una cosa que particularmente me moleste, al contrario, desde la Cancillería siempre hemos apoyado la libertad y libre albedrío de las masas; la apoyamos y la exigimos cuando no se cumple.

Pero una cosa cierta es que antes, cuando era un chaval, íbamos el grupito de amigos a la playa a ver si por casualidad veíamos alguna teta que otra, y ahora se da el caso que lo difícil es encontrar la parte de arriba de un bikini, algo que con el tiempo he ido valorando más y más.

Porque la parte de arriba de un bikini, vista con los ojos de la experiencia, es la pieza de ropa más impúdica que se pueda echar uno a la olisqueadora nariz. No sujeta nada y marca todo lo que hay que marcar y más. Como comprenderéis, harto de ver mamas, tetas, ubres y demás órganos mamarios playeros, lucidos con la mayor naturalidad posible por la madre de tu amigo, por la novia gorda que se ha echado el piojoso de tu hermano pequeño, por la madre que ha parido a su cuarto hijo, por la gitana que amamanta tranquilamente a dos churumbeles en la playa, uno con cada mama.... el “intuir” lo que no puedes ver es algo de lo más erótico.

Ese momento en que llega a la playa la futura madre de tus hijos y ves que porta elegantemente su parte de arriba del bikini tan bien puesta y piensas: “¡Joder, para una que vale la pena y viene tapada!” no tiene parangón entre todos los momentos playeros. La erección es bíblica, solamente comparable al momento en que Moisés levantó el báculo y abrió los mares.

Y, tal y como os he dicho anteriormente rodeado de tetas de todas las clases, formas y colores por todas partes, centras a partir de ese instante toda tu atención en la única persona de toda la playa que desearías que se quitara ese pequeño trozo de tela. Deseas que se le caiga, que se le vuele, que se lo pique una gaviota, que se lo coma un pez.... pero nada de eso pasa. Y encima la muy puta va y se mete en el agua, y cuando sale, nos pasa al lado con sus dos pitones totalmente erectos, mojados, con la tela totalmente pegada a la forma y con esa sensualidad que solamente el agua y la teta combinados al 50% pueden transmitir.

Y como incauto pertinaz que me han criado, con más cara que espalda pero sin medir bien las consecuencias de mis actos a veces, me levanto y le arranco con los dientes el puto bikini. Es una cosa que llevo pensando desde que ha llegado, pero ahora que la he hecho, entre los gritos de la chica, los gritos de la gente, los caballeros de brillante armadura corriendo hacia mí para pegarme una paliza y llamadas a la policía, me doy cuenta que la acabo de cagar. He creado otra más, igual a todas las que ya existían en la playa antes de su llegada. Ahora ya no me satisface ver su pecho descubierto, ni siquiera el estar amorrado a unos de sus pechos hace que se mantenga la anterior erección. Solamente espero a que uno de estos capullos que corren hacia mí me pegue la consabida patada en los cojones para que me suelte del atenazado pezón de la asustada. Pero si aprieto los dientes igual me llevo un recuerdo, no se.

Moraleja
Apretar los dientes y aguantar a veces merece una recompensa. Tú aprieta.

Saludos,

Raistlin
Concejal de Playas de la Cancillería

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En una sola frase: a veces es más sexy insinuar que enseñar.

Totalmente de acuerdo con todo lo dicho buen caballero.

Iconoclasta dijo...

A mí la playa me da dos patadas por todo el proceso que conlleva llegar hasta ella.
Entonces uno llega de malhumor y no aprecia tetas cubiertas ni descubiertas. Soy un ser rencoroso.
Por eso sonrío, porque encuentro lógica la reacción de tirarse a la chepa de la tía buena y arrancarle lo que sea. Es que nos lo ganamos a pulso por el solo hecho de llegar al mar.
Y si sonrío, es porque el texto es un rato divertido e ingenioso.
Un saludo, Raistlin.
Buen sexo.
Iconoclasta