Hubieron tiempos mejores, como cuando el creer que las cosas eran posibles eran tildadas con la valentía de los pioneros, con el carisma de los líderes y con el aguante de los ilusionados. Hoy en día las cosas han cambiado, ya no son así....
JUVENTUDES PROGRESISTAS DE NUESTRO TIEMPO
Voy caminando por mi barrio, y solamente veo suciedad. Las calles están llenas de mierda. Despojos de una bolsa de basura arrastrada por un perro por aquí, heces animales por allá. De cuando en cuando, una litrona apoyada en el bordillo rompe con la monotonía de escombros, y me hace recordar mis tiempos de juventud, cuando los momentos de sonrisa eran perpetuos y la felicidad duraba al lado de los compañeros. Siguiendo mis pasos me encuentro con un grupito de chavales de unos 13 o 14 años, todos con los pantalones 15 tallas más grande, con sus gorritas, y sus relucientes colgantes. Qué duros parecen, joé. Si es que da hasta respeto a veces el pasar por la misma acera. Pero como estoy de mejor humor después de la vivencia de la litrona, decido pasar por su lado. La música rap cada vez más alta a medida que me acerco.
-¡Eh, tú, ven p’acá!- le suelto al más cercano. Enseguida los cinco chavalitos me miran como si me hubiera cagado en todos sus muertos, con una mezcla de desprecio y autodefensa que me da que pensar. -¡Que vengas, cojones, que no tengo todo el día!
- Ándele con el guachito, qué puñetas querrá- oigo que dice uno de ellos. Enseguida, y con su postura de defensa consistente en parecer los macarras que no son, se van acercando, mientras van en plan gallito hablando cada vez más alto: -¡A ver que coño quiere este, quien se cree que es hablando así!- Ya los tengo a todos alrededor mío, cosa que me importa una mierda, no pienso pegarme con cinco tíos, y menos sin haber comido aún....
Me dirijo al que he llamado: -Oye, ¿cómo te llamas? ¿Eres tú el que ha dejado esa botella de vidrio en el bordillo?
-¿Pero tú de qué vas? ¿Qué quieres, morir? ¡Te estás buscando la ruina!
-Contéstame, por favor.
-¡Anda y vete al carajo, chamaco!- Al decir esto los coleguitas que me rodean se van animando y comienzan a insultarme y a decirme que me vaya “al carajo”, expresión que nunca he llegado a saber de donde proviene, pero que para futuros relatos me propongo averiguar.
Le reviento los morros al insensato. En cuanto le rompa la nariz de un puñetazo al chavalín, me va a caer la del pulpo, pienso, ¡pero que coño, un día es un día!. Así que ni corto ni perezoso, y antes de que el niñato se de cuenta de lo que le pasa, le dejo sangrando con la nariz rota. En esas que veo moverse por el rabillo del ojo a sus compinches y me dispongo a recibir la somanta palos, pero ¡por favor! ¡si lo que hacen es perderse cagando leches! No me lo puedo creer: ¡la flor y nata de las juventudes progresistas de nuestro país poniendo pies en polvorosa! Si es que la cobardía y la seguridad son dos cosas que penden del mismo hilo fino con el que se tejen las zapatillas molonas con las que corren los niños de hoy en día.
No se, me esperaba otra cosa. Llamadme inconformista, pero me esperaba otra reacción por parte de sus amigos. Tal vez la reacción lógica de quien se sabe con la ventaja que da un mayor número de gente, al fin y al cabo eran cuatro contra uno.
Tranquilizo al chico de la nariz rota; me comenta que soy un bruto, yo le comento que durante un rato no le va a doler demasiado, así que mejor que se tranquilice. Le doy un pañuelo para que se limpie, mientras le pregunto que coño hace durante todo el día en el parque sin hacer nada. No me sorprende su respuesta, su cara de embobado ya me la había insinuado antes. No hace nada, solo estar con sus amigos. No me trata de amenazar más porque se ha dado cuenta de que sus compañeros no le van a echar una mano en este trance, así que mejor estar calladito, no vaya a ser que a lo mejor le rompa también un brazo. Así que se calma. Poco a poco, pero noto que su agresividad se transforma en resignación a aguantar el chaparrón que prevé que le va a caer.
Pero solamente le pregunto por su familia. El chico, aturdido después de todo lo que le ha pasado, solo me contesta como puede, con la verdad. Y me cuenta que sus padres vinieron hace unos años a trabajar a España para tratar de sacar a la familia adelante, y después de un tiempo pudieron traerse a los niños aquí a vivir. Su padre trabaja haciendo muebles en una fábrica de sol a sol y su madre limpia oficinas durante toda la mañana, y luego se ocupa de la casa ella sola.
Cojo un palo que encuentro en el suelo y se lo rompo en el brazo. Algo se ha roto, pero no es el palo; está intacto. No me puedo creer lo que acabo de oír. ¿Así paga a sus padres todo el trabajo que están haciendo para sacar a la familia adelante? ¿Qué clase de persona es la que no se siente agradecida por todo lo que se está haciendo por ella? Me duele mucho pensar cómo se deben sentir sus padres, con el corazón dividido entre el amor a su hijo y la rabia de ver que se está convirtiendo en un guiñapo que de aquí a unos años no le va a quedar más remedio que sentarse en una esquina a esperar que la aguja que se está inyectando sea la salvadora.
Ya no hay razón para creer en la juventud. A poca educación que se tenga, el individualismo en la sociedad es lo que predomina y si se hunde el barco que no me pille en la bodega. Así piensan todos. Y si educación no se tiene, solo importa el tener un buen coche con los mejores altavoces y etapas de potencia del mercado, aunque tus padres para ello estén hipotecando la casa por quinta vez. La única gente buena para ellos son los amigos del grupito, ésos que serán amigos hasta la muerte. Esos mismos que a éste le han dejado más solo que la una a las primeras de cambio, justamente porque protegían un individualismo personal.
Moraleja: Eres un individuo parte de la sociedad. Pero antes que parte de la sociedad, eres individuo. Búscate la vida, que nadie lo va a hacer por ti. Así que sal del parque, vístete bien y busca trabajo, estúpido.
JUVENTUDES PROGRESISTAS DE NUESTRO TIEMPO
Voy caminando por mi barrio, y solamente veo suciedad. Las calles están llenas de mierda. Despojos de una bolsa de basura arrastrada por un perro por aquí, heces animales por allá. De cuando en cuando, una litrona apoyada en el bordillo rompe con la monotonía de escombros, y me hace recordar mis tiempos de juventud, cuando los momentos de sonrisa eran perpetuos y la felicidad duraba al lado de los compañeros. Siguiendo mis pasos me encuentro con un grupito de chavales de unos 13 o 14 años, todos con los pantalones 15 tallas más grande, con sus gorritas, y sus relucientes colgantes. Qué duros parecen, joé. Si es que da hasta respeto a veces el pasar por la misma acera. Pero como estoy de mejor humor después de la vivencia de la litrona, decido pasar por su lado. La música rap cada vez más alta a medida que me acerco.
-¡Eh, tú, ven p’acá!- le suelto al más cercano. Enseguida los cinco chavalitos me miran como si me hubiera cagado en todos sus muertos, con una mezcla de desprecio y autodefensa que me da que pensar. -¡Que vengas, cojones, que no tengo todo el día!
- Ándele con el guachito, qué puñetas querrá- oigo que dice uno de ellos. Enseguida, y con su postura de defensa consistente en parecer los macarras que no son, se van acercando, mientras van en plan gallito hablando cada vez más alto: -¡A ver que coño quiere este, quien se cree que es hablando así!- Ya los tengo a todos alrededor mío, cosa que me importa una mierda, no pienso pegarme con cinco tíos, y menos sin haber comido aún....
Me dirijo al que he llamado: -Oye, ¿cómo te llamas? ¿Eres tú el que ha dejado esa botella de vidrio en el bordillo?
-¿Pero tú de qué vas? ¿Qué quieres, morir? ¡Te estás buscando la ruina!
-Contéstame, por favor.
-¡Anda y vete al carajo, chamaco!- Al decir esto los coleguitas que me rodean se van animando y comienzan a insultarme y a decirme que me vaya “al carajo”, expresión que nunca he llegado a saber de donde proviene, pero que para futuros relatos me propongo averiguar.
Le reviento los morros al insensato. En cuanto le rompa la nariz de un puñetazo al chavalín, me va a caer la del pulpo, pienso, ¡pero que coño, un día es un día!. Así que ni corto ni perezoso, y antes de que el niñato se de cuenta de lo que le pasa, le dejo sangrando con la nariz rota. En esas que veo moverse por el rabillo del ojo a sus compinches y me dispongo a recibir la somanta palos, pero ¡por favor! ¡si lo que hacen es perderse cagando leches! No me lo puedo creer: ¡la flor y nata de las juventudes progresistas de nuestro país poniendo pies en polvorosa! Si es que la cobardía y la seguridad son dos cosas que penden del mismo hilo fino con el que se tejen las zapatillas molonas con las que corren los niños de hoy en día.
No se, me esperaba otra cosa. Llamadme inconformista, pero me esperaba otra reacción por parte de sus amigos. Tal vez la reacción lógica de quien se sabe con la ventaja que da un mayor número de gente, al fin y al cabo eran cuatro contra uno.
Tranquilizo al chico de la nariz rota; me comenta que soy un bruto, yo le comento que durante un rato no le va a doler demasiado, así que mejor que se tranquilice. Le doy un pañuelo para que se limpie, mientras le pregunto que coño hace durante todo el día en el parque sin hacer nada. No me sorprende su respuesta, su cara de embobado ya me la había insinuado antes. No hace nada, solo estar con sus amigos. No me trata de amenazar más porque se ha dado cuenta de que sus compañeros no le van a echar una mano en este trance, así que mejor estar calladito, no vaya a ser que a lo mejor le rompa también un brazo. Así que se calma. Poco a poco, pero noto que su agresividad se transforma en resignación a aguantar el chaparrón que prevé que le va a caer.
Pero solamente le pregunto por su familia. El chico, aturdido después de todo lo que le ha pasado, solo me contesta como puede, con la verdad. Y me cuenta que sus padres vinieron hace unos años a trabajar a España para tratar de sacar a la familia adelante, y después de un tiempo pudieron traerse a los niños aquí a vivir. Su padre trabaja haciendo muebles en una fábrica de sol a sol y su madre limpia oficinas durante toda la mañana, y luego se ocupa de la casa ella sola.
Cojo un palo que encuentro en el suelo y se lo rompo en el brazo. Algo se ha roto, pero no es el palo; está intacto. No me puedo creer lo que acabo de oír. ¿Así paga a sus padres todo el trabajo que están haciendo para sacar a la familia adelante? ¿Qué clase de persona es la que no se siente agradecida por todo lo que se está haciendo por ella? Me duele mucho pensar cómo se deben sentir sus padres, con el corazón dividido entre el amor a su hijo y la rabia de ver que se está convirtiendo en un guiñapo que de aquí a unos años no le va a quedar más remedio que sentarse en una esquina a esperar que la aguja que se está inyectando sea la salvadora.
Ya no hay razón para creer en la juventud. A poca educación que se tenga, el individualismo en la sociedad es lo que predomina y si se hunde el barco que no me pille en la bodega. Así piensan todos. Y si educación no se tiene, solo importa el tener un buen coche con los mejores altavoces y etapas de potencia del mercado, aunque tus padres para ello estén hipotecando la casa por quinta vez. La única gente buena para ellos son los amigos del grupito, ésos que serán amigos hasta la muerte. Esos mismos que a éste le han dejado más solo que la una a las primeras de cambio, justamente porque protegían un individualismo personal.
Moraleja: Eres un individuo parte de la sociedad. Pero antes que parte de la sociedad, eres individuo. Búscate la vida, que nadie lo va a hacer por ti. Así que sal del parque, vístete bien y busca trabajo, estúpido.
Y quita esta puta música de mierda, coño!
Raistlin
Departamento de protección de Latin Kings y otras especies en extinción
Raistlin
Departamento de protección de Latin Kings y otras especies en extinción
2 comentarios:
Querido Káiser:
En tu linea, osease, genial. Una puntualización: A pesar de que estoy totalmente de acuerdo contigo en lo que comentas ¿No tendrá algo que ver con tu indignación el hecho de que ya no eres joven y ves sobre quién recaerá la responsabilidad de mantenerte cuando peines canas? Bienvenido al club, hermando y, como se dice en mi tierra "Ajo y Agua". Salud y buenos alimentos
L.B.
Lord Brithuss, hay que reconocer que cuando su vuecencia se pasa por estos lares, no deja más que huellas de inteligencia. Exacto. No puedo más que envidiar a los litroneros de los parques, de ahí, en cierta manera, el título dado al relato, ya que son detalles de nuestra vida que poco a poco, y sin saber cómo o por qué, van quedando atrás. Fueron buenos tiempos. Pero es que me sentía con ganas de violencia también, para qué lo vamos a negar, y de ahí toda la conflictiva relación entre el chico de los pantalones grandes y un servidor.
Siempre es grato para nosotros ver por aquí a la resistànce con fuerza para colaborar. Saludos,
Raistlin
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